Mantillas y Procesiones Campilleras

Corría el año de Nuestro Señor Jesucristo de 1.974 cuando aparece la clásica Mantilla Española en los Desfiles Procesionales de Semana Santa de Campillos. El viernes Santo de ese año, la Archicofradía del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de las Angustias por primera vez en la historia de los desfiles procesionales campilleros incorpora en su estación de penitencia una sección de mantillas. Fueron seis las damas que ataviadas con la mantilla española acompañaron a Nuestro Titular el Santo Entierro de Cristo.

Les cabe pues el honor a Dª María Victoria Guerra Leal, Dª Carmina Romero, Dª Angelita Zambrana de la Cruz, Dª Emilia Valencia Mendoza, Dª María Contreras Valverde y Dª Ana Márquez Ramírez, (ver foto), de haber sido las primeras en la historia de la Semana Santa Campillera, así como de nuestra Archicofradía de vestir la mantilla española en un desfile procesional.

La iniciativa de incorporar la figura de la mantilla española en nuestra estación de penitencia es de Dª Juanita Romero Romero, esposa de nuestro Hermano Cofrade D. Diego Guerrero Berdún que, ejerció el cargo de Mayordomo de esta Archicofradía en el periodo (1962-1973).

En su último año de mandato, nuestro Hermano Diego Guerrero lleva al seno de la Junta de Gobierno la idea de su esposa, la premura con que se hizo la propuesta, unido al desconocimiento de nuestras hermanas en aquel momento, hicieron que fuera al año siguiente (1974) cuando dicha iniciativa diera sus frutos.

En sus inicios y durante varios años las hermanas de mantillas alumbraron al Santo Entierro de Cristo, ya que en principio portaban en su mano derecha una “vela”. Posteriormente, la Archicofradía decide cambiar la ubicación de las mantillas en la procesión y las traslada a la sección de la Virgen, sustituyendo la vela por un cetro plateado que es rematado con el emblema (AVE MARIA DE LA REALEZA).

Tuvieron que pasar varios años para que las demás Hermandades de Pasión incorporasen esta sección en sus desfiles procesionales, hoy en día son tres las Hermandades y Cofradías que lucen la clásica mantilla en su estación de penitencia. Todas ellas procesionan de noche.

En nuestro caso y puesto que son dos los desfiles procesionales que celebramos a lo largo del año, (Viernes Santo y Septiembre), en ambos contamos con la presencia de nuestras hermanas y devotas luciendo esa pieza tan española, y que nos cabe el orgullo de haber incorporado a los desfiles procesionales campilleros.

El apartado 4º sobre normas y comportamiento en nuestra estación de penitencia dice lo siguiente en relación con la sección de mantillas:

“Las Hermanas de Mantillas prescindirán de joyas, anillos etc. salvo la alianza matrimonial, el Viernes Santo vestirán de riguroso luto, llevando como símbolo de la sección a que pertenecen Escapulario de la Señora. En su mano derecha portaran cetro de la Hermandad y en la otra el Santo Rosario”.

En la procesión que se celebra el último sábado de septiembre en Honor a Nuestra Sagrada Titular Mariana, la Santísima Virgen de las Angustias, se deja a elección de las hermanas y devotas el color de la indumentaria.

Historia y usos de la mantilla

La mantilla es una prenda tradicional española, que tiene una especial raigambre en Andalucía. Es una variante del velo que desde antiguo usaban las mujeres para acudir a las celebraciones religiosas, pero su uso se ha ido extendiendo hasta convertirla en una prenda única que, a pesar del paso del tiempo y de las modas, sigue adornando a la mujer andaluza en las grandes ocasiones. La mantilla adquiere su mayor significado durante las fiestas de Semana Santa.

Los orígenes de la mantilla pueden remontarse a la cultura ibérica, en la que las mujeres usaban velos y mantos para cubrirse y adornarse la cabeza. Posteriormente, durante toda la Edad Media, la mujer siguió usando tocados muy variados, algunos de ellos con ciertas influencias árabes.

A finales del siglo XVI el uso del manto, denominado ya por aquella época mantilla de aletas, se generalizó en toda España al considerarse una prenda más dentro de los trajes populares. Sin embargo, en cada región mantuvo una fisonomía propia, al ajustarse a condicionamientos tanto físicos como sociales. Así, por ejemplo, las mantillas en las tierras más frías tenían por finalidad el abrigo, y utilizaban para la hechura diferentes tipos de paño; sólo algunas se guarnecían con terciopelo, sedas y abalorios, con lo que se le daba una doble utilidad de abrigo y adorno. Por el contrario, en las zonas más cálidas, eran de tejidos suaves y ligeros.

En el siglo XVII empiezan a usarse las mantillas de encaje, como se aprecia en algunos retratos femeninos de Velázquez, formando parte del guardarropa de algunas mujeres elegantes. Sin embargo, su uso no se generalizó a las damas cortesanas y de alta condición social hasta bien entrado el siglo XVIII, pues hasta entonces la mantilla era usada casi exclusivamente por las mujeres del «pueblo». Fue también en este siglo cuando las mantillas de paño y seda fueron sustituidas totalmente por las de encaje.

Fue, pues, en el siglo XIX cuando la mantilla adquirió una relevante importancia como tocado distinguido de la mujer española. La reina Isabel II, gran aficionada a los encajes impulsó en gran manera el uso de la mantilla. Tanto ella como sus damas la lucieron en numerosos actos, como se manifiesta en varios retratos de la reina plasmada por sus pintores con esta singular prenda.

A partir de 1868 el uso de la mantilla se abandonó en algunos lugares. No obstante, en Andalucía continuó gozando de gran predilección. Algo que también ocurrió en Madrid, donde el empleo de la mantilla estaba tan arraigado a las costumbres que las damas de la nobleza madrileña la convirtieron en símbolo de su descontento durante el reinado de Amadeo de Saboya y su esposa María Victoria. El rechazo hacia ellos y a las costumbres foráneas fue protagonizado por las mujeres, que se manifestaron por las calles madrileñas llevando, en lugar de sombreros, la clásica mantilla y peineta española. Un hecho que pasó a la historia como «la conspiración de las mantillas».

En el siglo XX en Andalucía, y en concreto en Sevilla, la mantilla usada como prenda cotidiana para pasear por las tardes se fue desarraigando de las costumbres femeninas. Únicamente en el primer tercio del siglo las mujeres utilizaban para ir a misa pequeñas mantillas, conocidas por toquitas y de media luna. De esta manera, el uso de la mantilla fue quedando relegado a ciertas conmemoraciones y actos, y muy especialmente para la Semana Santa.

En Semana Santa era tradicional que las damas se vistieran de negro luciendo sus mejores galas: en la cabeza peineta de carey sobre la cual se ponían la mantilla negra de encaje, que se lucían acompañando a las procesiones y visitando las iglesias de la ciudad, especialmente el Jueves y Viernes Santo. Hasta mediados de siglo esta tradición se mantuvo fielmente de madres a hijas; en algunas casas sevillanas de un cierto rango social se vestían todas las mujeres de la familia, e incluso tenían siempre en reserva una mantilla por si llegaban invitadas de fuera de la ciudad. Hubo unas décadas en las que esta costumbre pareció decaer, pero actualmente la tradición de vestirse de mantilla en Semana Santa vuelve a tomar auge.

Tipos de Mantillas

El encaje, por su belleza, arraigó pronto en los gustos y modas del siglo XVI, tanto en las masculinas como en las femeninas. Posteriormente, la mujer pasó a ser su principal consumidora, usándolos tanto para ropa de casa, ropa interior, vestimenta y accesorios. Una de las principales aplicaciones del encaje fue la mantilla. De los numerosos tipos de encajes, los más genuinos para las mantillas son los de bolillos, y entre ellos los de Blonda y de Chantilly.

El encaje de Blonda se elabora con dos tipos de seda (retorcida y mate para hacer el tul del fondo y brillante y lasa para los dibujos), y se caracteriza por los motivos grandes de tipo floral, especialmente por los bordes con amplias ondas, llamadas puntas de castañuela. Dados sus magníficos contrastes y el peso del mismo resulta una gran elegancia, adaptándose tanto a la mantilla blanca como a la negra.

El encaje de Chantilly se llama así porque el origen de su fabricación fue en esta pequeña ciudad francesa. Sus diseños son de carácter vegetal, y presentan abundancia de hojas, flores, escudetes y guirnalda. El Chantilly es un encaje más etéreo que la Blonda, y se considera más elegante para la mantilla negra.

Un tercer tipo de mantillas es el de las bordadas en tul. Aunque vulgarmente a estas mantillas se las califica como de encaje, hay que aclarar que únicamente su fondo de tul se incluiría dentro del encaje, pero no así su ornamentación, ya que los motivos se van bordando a mano imitando los motivos decorativos del Chantilly y la Blonda.